Opinión
¿QUÉ TE PASÓ, ESCONDIDA?
No son las instituciones las que tienen «principios», sino las personas que las conducen, las animan (les ponen alma), plasman en ellas sus ideas y les confieren un sello propio. Así lo he ido aprendiendo, a medida de los años, al darme cuenta de que, esas mismas instituciones, modificaban su «visión estratégica» y su «declaración de principios», supuestamente imperdurables o, al menos, de largo plazo. Sería entendible como adaptación a los tiempos, pero no siempre es ésta la causa. También ocurre por «cambios de mentalidad» en los líderes del momento.
La primera vez que escuché el término «licencia para operar» fue hace más de 20 años en una reunión de directorio de la Fundación Minera Escondida. Confieso que no lo entendí. ¿De qué licencia me hablan, si la empresa ya está operando? A lo largo del diálogo fui comprendiendo su significado: la operación también requiere una «legitimación social», porque está inserta en una comunidad de la cual forma parte y no puede desentenderse de ella en todos los ámbitos que la vinculan.
Era un discurso nuevo para mí, viniendo de una empresa. Importado. Casi «religioso», más que social. Apuntaba a las personas, a la comunidad, al bienestar, al entorno humano con todas sus aspiraciones y necesidades. Pero no se quedaba sólo allí: reclamaba también su aprobación. En otros términos, no bastaba que la empresa se hiciera presente, ofreciendo respuestas a las inquietudes de la comunidad, sino que aspiraba, de manera recíproca, a su consentimiento.
¿Qué pasó entre Escondida y nuestra comunidad? ¿Qué hizo cambiar ese discurso que nos sobrecogió y sirvió de ejemplo a tantas otras empresas e instituciones que lo adoptaron, lo perfeccionaron y acrecentaron la conciencia de la Responsabilidad Social Empresarial en nuestro país? ¿Acaso los tiempos han evolucionado en sentido inverso? ¿No será que los líderes de entonces – Hanna, Pickering, Turner y otros más que tanto énfasis pusieron en conquistar esta licencia (¡y lo lograron!) – dejaron libre el paso a otras visiones y estrategias operacionales «más eficaces» que las anteriores? ¿Cuáles? ¿Estamos frente a un episodio puramente coyuntural (precio del cobre) o contempla también el largo plazo, en el que la «licencia social para operar» no parece que vaya a perder vigencia? ¿Es éste un fenómeno que pueda generalizarse a otras empresas, que ya sabiamente habían recogido también el guante de la responsabilidad social a tamaño nivel, imitando la lección que nos dio Escondida?
Vienen tiempos en que las regiones van a aumentar su autonomía y las comunidades locales harán oír su voz con más fuerza y autoridad que en el pasado. La nuestra, se afianza en sus posibilidades de mayor presencia dentro del concierto nacional. Desestimar la integración real con nuestras comunidades, en todos los ámbitos, tanto de nuestras instituciones públicas como privadas, lucrativas o no, grandes o pequeñas, puede ser un grave error que retrasará nuestro desarrollo humano y económico entre otros.
Fernando Rivas Roces
Past President Asociación de Industriales de Antofagasta