Opinión
Bienvenida sea la nueva Región de Ñuble
Llama la atención que, al igual como ocurrió en los días previos a la votación de la elección de intendentes en la Comisión de Gobierno, aparezca a último momento las voces críticas a la materialización de planes descentralizadores. En esta oportunidad le tocó el turno a la CPCC, Cidere Bío Bío, Asexma Bío Bío, Socabío e Irade salir a criticar la creación de nuevas regiones.
El argumento central de la crítica, se centra en la pérdida de influencia que tendrían las nuevas autoridades al ver reducido el territorio y la población a su cargo.
La teoría de gobernar un país con un ordenamiento basado en macro regiones, reconoce implícitamente un poder central fuerte que limita la capacidad de los agentes locales para lograr un desarrollo equitativo del territorio. Es decir, los gremios aludidos, están sumergidos en la lógica de un gobierno central, que fija las prioridades y define el devenir del territorio.
Contrario a la experiencia de los países desarrollados, los gremios afirman que, la creación de nuevas regiones, fragmentando las ya existentes, no aportan soluciones al problema de mayor crecimiento.
Es un sinsentido si se piensa que, siendo la Región del Bío Bío la que concentra la segunda mayor población del país y la octava en tamaño de superficie, está ubicada en los últimos lugares del ranking que mide el desarrollo económico y social de las regiones del país. Contrariamente a la experiencia local, las pequeñas comunidades de Aysén y Chiloé, han brindado cátedra de cómo atraer la atención del gobierno central sobre la problemática social y económica vigente.
Para quienes apoyan la creación de nuevas regiones, en cambio, se sigue la lógica de un gobierno regional más cercano a los problemas locales, para focalizar de mejor forma los esfuerzos en el aprovechamiento integral de los recursos que dispone el territorio.
Para un intendente que está empoderado en resolver los problemas de su gente, no le puede ser indiferente que las empresas que generan la riqueza, no paguen sus patentes en los municipios donde funcionan; no compensen con pago de impuestos locales, las externalidades territoriales que genera su actividad; no tengan establecida la gerencia general en las localidades que operan y/o no privilegien el proveer de capacidades y contratar la mano de obra calificada en el territorio donde se desarrolla la actividad.
Bajo este esquema, un Estado unitario provisto de un sistema de gobierno regional, estará en mejores condiciones de aplicar políticas que trasciendan la toma de decisiones basada en la lógica del mercado.
En este modelo, los gobiernos regionales dejan de ser simples observadores de los incentivos perversos que genera la coyuntura de precios, sobre todo en aquellos sectores productivos que disputan el mismo recurso: la tierra; la producción de commodities, fuertemente condicionada por las economías de escala, deja de acaparar los recursos disponibles, dejando espacios para el desarrollo y sostenibilidad de actividades productivas alternativas.
En resumen, si se busca un desarrollo equilibrado y más justo del territorio nacional, bienvenida sea la nueva Región de Ñuble.