Opinión
Centralismo judicial
Por Maximiliano Duarte , Investigador Fundación Piensa
El nombramiento de María Angélica Repetto como ministra de la Corte Suprema ha sido un acontecimiento que no ha pasado inadvertido en nuestra región. Su designación se ha celebrado efusivamente como una victoria regionalista, siendo este aspecto (el regional) destacado incluso por la propia aludida ante los medios de comunicación.
Pero, ¿No es curioso que algo que debiera parecernos de lo más normal, como la promoción de un juez, provoque tanta efervescencia en una región? Precisamente ese es el problema. Lo que puede parecer cotidiano en un país cualquiera, no lo es en Chile, uno de los países más centralistas del mundo.
El centralismo es una realidad tan arraigada en nuestra cultura que incluso abarca el aspecto judicial. Un reciente informe del CEP (Hernando y Sierra) revela que entre 1990 y 2019 el 80,9% de los nombramientos de ministros de la Corte Suprema recayó sobre un juez que desempeñaba previamente sus funciones en Santiago (34 de 42 ministros).
Estas cifras son contundentes y nos llevan a plantear la siguiente interrogante: ¿Qué razón explica esta predilección por los jueces santiaguinos?
Parece difícil justificar este fenómeno sin caer en eufemismos. Si argumentamos que la razón de fondo consiste en la mayor aptitud de los sentenciadores de la capital, tendríamos que concluir que en Chile existen dos tipos de justicia. Por un lado, tendríamos una justicia de primer nivel, integrada por jueces revestidos de una preparación intelectual superior, a tal punto, que incluso son merecedores de ser promovidos al máximo cargo de la carrera judicial. Y por otro lado, tendríamos una justicia de segunda categoría, la justicia de las regiones, aquella compuesta por jueces que -salvo excepciones- no son suficientemente dignos de ascender.
Ciertamente, una explicación como la anterior sería inaceptable de cara a la ciudadanía, pero es lo que cualquier persona puede concluir basándose en las estadísticas.
Por otra parte, esta tendencia no sólo entrega una señal nefasta a los usuarios del sistema judicial (aquellos que han visto vulnerados sus derechos), sino también a los propios magistrados. No es razonable que un ministro de una Corte de Apelaciones ubicada fuera de la capital tenga que asumir que sus opciones de llegar a la cima del escalafón judicial son mínimas en comparación a sus colegas de Santiago. El panorama no deja de ser paradójico, ya que quienes deben revelarse ante la desigualdad ante la ley son, a su vez, víctimas del mismo flagelo.
Para evitar estos cuestionamientos urgen medidas contundentes que evidencien la realidad de las cosas, esto es, que en todas las regiones hay jueces preparados para llegar a la cúspide del poder judicial. Una buena medida para ello sería establecer por ley que un cierto porcentaje de los ministros de la Corte Suprema deban provenir de Cortes de Apelaciones fuera de la Región Metropolitana. Quizás ahí podremos hablar de un verdadero compromiso con la igualdad de oportunidades dentro del poder judicial. De lo contrario, nuestros jueces deberán esperar otros 20 años para que se les reconozca su trayectoria y sean considerados, en el mejor de los casos (al igual que Repetto), como la segunda alternativa.
Fuente: http://www.mercuriovalpo.cl/impresa/2019/07/26/full/cuerpo-principal/10/