Opinión
Descentralización…, pero no cosmética
Por Mario Waissbluth
Centro de Sistemas Públicos, Universidad de Chile.
La descentralización es un imperativo. Si se definiera un listado de las mil personas más influyentes de Chile, en los mundos político, económico, deportivo y académico, un 95% de ellos residiría en seis barrios de la capital: el 0,02% del territorio. Por otro lado, la Región del Maule (30.000 km2 y un millón de habitantes) tiene una superficie similar a la de Dinamarca (48.000 km2 repartidos en 443 islas), clima y geografía más favorable, y sin embargo tiene 5,4 millones de habitantes y ocupa el 5º lugar en el mundo en producto per capita. De esta dimensión es la oportunidad perdida.
Es vital avanzar hacia una mayor descentralización de Chile, pero una que permita potenciar las regiones, entregándole a sus ciudadanos herramientas y recursos para tomar localmente decisiones que apunten a generar un desarrollo pleno y mayor bienestar en la población. Para ello, no basta con realizar competencias electorales, cual campeonatos de fútbol, para ver si el partido A o el Z elige más gobernadores regionales, como si nuestros actuales partidos políticos estuvieran llenos de ideas y plataformas programáticas y no fueran hoy meras cúpulas en búsqueda de cuotas de poder.
Capital humano regional. Esta es la madre de todas las batallas. Contar con recursos humanos en la cantidad y calidad adecuada en gobiernos municipales y regionales, y con una masa crítica de liderazgos constructivos en el ámbito del emprendimiento, las Pymes, la innovación, la educación escolar y la superior, la cultura, las organizaciones no gubernamentales, e incluso las dependencias ministeriales localizadas en regiones, es de la esencia. Por ende, los incentivos para formar, atraer y retener capital humano altamente calificado en regiones -con un fuerte gradiente de incentivos a favor de las regiones más extremas- es la precondición esencial. Para ello se necesita urgentemente de una suerte de becas intra-Chile.
La nueva ley meramente estableció la figura de la comisión de servicios permanente para dotar de funcionarios a las nuevas gobernaciones regionales; sin embargo, no definió cómo se hará este traspaso, ni mucho menos qué méritos han de poseer los funcionarios enviados en esta figura. De igual manera, urge extender el sistema de Alta Dirección Pública a cargos regionales y municipales, con el consecuente atractivo remuneracional.
Asimismo, es necesario controlar el “riesgo moral”. Cada paso que se adopte debe venir acompañado de los mecanismos para evitar los riesgos de la realización de inversiones inservibles, corrupción, clientelismo y caciquismo. No obstante, la única manera sensata de hacer esto es por medio de entregar confianza ex ante, y penas del infierno ex post.
En suma, se asume que avanzaremos solo por el acto de elegir popularmente a las autoridades regionales y entregarles algunas competencias. El desafío al que nos enfrentamos es crucial; no es simple y en una de esas podemos terminar peor que antes.
Fuente: https://www.latercera.com/opinion/noticia/descentralizacion-no-cosmetica/644453/