Opinión
Gobernanza regional y la descentralización en Chile
Por Gustavo Anriquez y William Foster
La gobernanza mide la calidad del contexto político e institucional en el que se implementan políticas públicas en las regiones.
El pasado 29 de abril, nuestro Centro para el Desarrollo Integral de los Territorios (CEDIT), lanzó el primer Índice de la Calidad de la Gobernanza Regional en Chile. Los resultados de este índice han causado interés en la ciudadanía, generando mucha discusión, especialmente en las regiones. Asimismo, el Índice ha recibido críticas, algunas de ellas publicadas en este medio, lo cual celebramos. Primero, porque la duda y la desconfianza informada son la base del aprendizaje y conocimiento, y también, porque las críticas contribuyen al objetivo fundamental del Índice: relevar la transcendencia de la gobernanza regional para el desarrollo de los territorios de Chile, promoviendo una discusión en todos ellos sobre cómo mejorarla. En esta columna queremos responder dos aspectos de la discusión: en primer lugar, de manera general, una respuesta a algunos cuestionamientos metodológicos al Índice de Gobernanza y, luego, lo que sus resultados implican para el actual proceso de descentralización.
Respecto a la metodología y al cuestionario utilizado para su construcción, en nuestro documento de presentación explicamos que estamos siguiendo la metodología de medición de la gobernanza regional utilizada en Europa, citando las respectivas fuentes. Esta metodología se encuentra validada de la única manera en que se validan las metodologías en la academia: con todas sus limitaciones, con publicaciones en revistas especializadas, con revisión ciega de pares. Esta metodología lleva varias publicaciones, durante más de 10 años, en diversas revistas académicas especializadas.
En las publicaciones citadas se pueden revisar las preguntas de las encuestas y los detalles técnicos de la construcción del índice, e incluso información para descargar las bases de datos utilizadas (encuestas). Asimismo, el gobierno de la Unión Europea ha adoptado esta metodología para medir la gobernanza regional en sus Estados miembros. Esta transparencia de métodos y datos permitió que el Índice de Gobernanza de Chile se estimara con 119 mil encuestas europeas junto a las 4 mil que nuestro centro levantó en Chile.
Pero yendo más allá de la defensa ad hominem de la metodología, podemos compartir que esta sigue el mismo enfoque con el que se mide otro aspecto subjetivo y crucial de las sociedades: la felicidad. Para medir ambas se utilizan herramientas del aprendizaje automático o machine learning. Primero se identifican aspectos o dimensiones que definen la gobernanza (en este caso, eficiencia de los gobiernos locales, probidad, imperio de la ley y participación ciudadana) y se proponen variables observables que se correlacionan con estas dimensiones. Luego, utilizando técnicas de análisis de grupos del aprendizaje automático se comprueba que las variables identificadas se agrupan como se hipotetizaba. Validados estos grupos se extrae la información común que tienen las variables de cada grupo, utilizando otra técnica del aprendizaje automático, el análisis de factores. Como toda metodología, está sujeta a críticas, incluyendo algunas que nosotros también tenemos, pero argumentar que no mide realmente la gobernanza sería, a nuestro juicio, errado.
Algunos también han observado la forma en que se levantó la encuesta, afirmando que hubiera sido deseable realizar un muestreo aleatorio. No hay dudas de que teóricamente la técnica muestral deseable es el muestreo aleatorio, pero dados los costos prohibitivos de implementarlo de manera efectiva en la práctica, muchas encuestadoras prestigiosas (incluyendo a IPSOS, la firma que levantó nuestras encuestas) han migrado a utilizar otras técnicas. Basta que se observen las últimas encuestas presidenciales en Chile y en otros países para notar que no existe una superioridad de las encuestas supuestamente probabilísticas y las llevadas con otras técnicas de muestreo no aleatorio con postestratificación, como se hace en nuestro estudio.
Pero la pregunta de fondo para sostener una crítica al muestreo se debe fundar no en una crítica a la variabilidad impuesta por el método, sino que en algún posible sesgo implícito asociado a la técnica muestral. Nosotros no vemos dicho sesgo y, por ello, el uso de estas técnicas de muestreo no probabilístico van en alza en Chile y en otras partes. Más aún, incluso con técnicas no probabilísticas podemos estimar la incertidumbre asociada a nuestro índice de gobernanza, y podemos decir con toda la confianza que entregan los métodos estadísticos que Atacama tiene la peor calidad de gobernanza regional en Chile.
Ha existido también una duda más de fondo respecto al Índice, que estaría errado porque no mide la verdadera gobernanza, pues el Índice está basado en percepciones y estas pudieran “no ser reales”. Es importante entender que la gobernanza es, por definición, una medida subjetiva, como la felicidad. La mayoría de los indicadores de gobernanza, como los del Banco Mundial y Transparencia Internacional, por nombrar un par de los más prestigiosos, se basan en mediciones de percepciones. Por ejemplo, la corrupción no se puede medir de manera objetiva. Considere el caso de que objetivamente se destapen pocos casos de corrupción: esto se puede deber a que existe poca corrupción, o que hay tanta que está normalizada.
Asimismo, utilizando un ejemplo de nuestro Indice, los ciudadanos de la región de París (Francia) y Valdivia perciben que la educación pública es de calidad equivalente. Sería difícil argumentar que aspectos materiales y objetivos de dicha educación, como bibliotecas, pupitres y aulas, sean de calidad equivalente. Sin embargo, los ciudadanos insertos en un medio, con disímiles recursos materiales y humanos disponibles y su gestión, evalúan la calidad de la educación de manera similar. En este sentido, podemos decir, por lo tanto, que las percepciones son la verdadera medida de gobernanza.
Por último, ha existido mucha discusión sobre la relación entre la gobernanza y los gobiernos regionales. Efectivamente, nuestro informe hace énfasis en este aspecto. La gobernanza mide la calidad del contexto político e institucional en el que se implementan políticas públicas en las regiones. En este aspecto la ciudadanía, el Gobierno Central y los gobiernos locales juegan un rol central, y los gobiernos regionales son tan solo un actor naciente. Por ello una estimación de una débil gobernanza regional no es un argumento para poner en tela de juicio ni los gobiernos regionales ni el actual proceso de descentralización. Nuestro centro cree firmemente que una buena descentralización es esencial para mejorar la gobernanza de las regiones en Chile.
Cuando existe mayor autonomía, la ciudadanía puede intervenir de manera más directa en las políticas públicas para que estas se adapten de mejor manera a las especificidades regionales. También facilita una mayor vigilancia de la ciudadanía sobre los gobiernos locales y puede ayudar a la rendición de cuentas (accountability) de las burocracias y gobiernos locales.
El índice de gobernanza regional no es una amenaza al actual proceso de descentralización, sino que, muy por el contrario, es un instrumento para contribuir a mejorar dichos procesos, dándonos una foto actual de la gobernanza regional, y señalando dónde hay deficiencias y dónde hay regiones más adelantadas. Pero, en rigor, es solo un termómetro. Para completar el diagnóstico y recetar el tratamiento hay que estudiar y conocer las realidades locales. Estas son discusiones y estudios que se deben llevar en los territorios, evitando el recetario homogéneo emanado desde el centro y que desconoce la notable variabilidad regional que nuestro índice desvela.