Opinión
La indolencia del centralismo
Por Pedro Fierro Zamora
DIRECTOR DE ESTUDIOS, FUNDACIÓN PIENSA
Ya habiendo pasado algunas semanas desde la última ENADE—aquella cumbre anual del mundo empresarial, político y social—podemos aventurarnos a mirar con perspectiva las ideas compartidas en el evento. Porque, en cierta medida, lo que pasó aquel día puede leerse como buen reflejo de la actualidad. Entre otras cosas, vimos a un mandatario reconociendo su soledad. Vimos a un ministro que destacó por su lucidez y cercanía. Vimos a algún parlamentario pontificando. Vimos debates desde trincheras y a muchos técnicos. Y entre todo eso, vimos miradas con altura. Intentos genuinos de buscar el diálogo. Vimos a actores que, antes que brillar, prefirieron aprovechar la instancia para avanzar. Uno de ellos fue el alcalde de Renca, Claudio Castro.
Pongamos las cosas en perspectiva. Nunca antes un alcalde había expuesto en ENADE (lo que bastante nos dice de las desconexión por la que atravesamos). Además, Renca fue una de las comunas que más sufrió los primeros días de la crisis en octubre. Saqueos, incendios y vecinos muertos. Con eso tuvo que lidiar el territorio en solo dos días. Quizás por lo mismo, el alcalde Castro tuvo cierta visibilidad desde ese primer momento. Impactante y esclarecedora fue la entrevista que dio por aquellas semanas a la Revista El Sábado. Mientras el discurso dominante comenzaba paulatinamente a alejarse de la gente, Castro volvía a poner la pelota en el piso mostrando los dolores reales de sus vecinos. Porque, a fin de cuentas, de eso se trata todo, de los vecinos.
Tal como él mismo señaló en la ENADE, un edil debiese estar consiente de que las personas vivimos nuestra ciudadanía en las calles, en nuestros barrios, en nuestras cuadras y pasajes. Debiese saber que allí nos relacionamos con los asuntos públicos, que allí nos desenvolvemos como familias y que allí generamos comunidad. En otras palabras, que allí tomamos las decisiones políticas más trascendentales. Por lo mismo, una autoridad local debiese también saber que el problema de nuestro país no pasa por un sólo estallido, sino que por la (angustiante) experiencia acumulada de nuestros habitantes.
Para nosotros, en nuestra zona, esto también aplica. De poco sirven los grandes números si contamos con habitantes cuya calidad de vida se ve denostada en el día a día. Si la micro está en mal estado, si el ascensor por el que subo al cerro se cae, si el hospital al que visito no cuenta con insumos o si los espacios públicos destinados a mis hijos están derechamente destruidos por la delincuencia y drogadicción.
Un alcalde debiese saber esto. Debiese conocer los “dolores” de su comunidad. Debiese estar al tanto de la singularidad propia de sus habitantes. Pero el problema es que ni el transporte, ni la salud, ni la recuperación del espacio público dependen de ellos. Y, a estas alturas, ni siquiera dependen del gobierno regional. Pues bien, ese es el drama del centralismo.
El drama del centralismo se traduce en un sistema sociopolítico ineficiente, que no tiene ninguna capacidad de dar respuestas. En tomadores de decisión alejados de la experiencia acumulada de millones de habitantes. En la incapacidad de comprender y diagnosticar. En otras palabras, se traduce en ciudadanos que creen que la única forma de generar un cambio es quemando y destruyendo nuestras ciudades.
Pero todo esto es muy difícil de palpar. Quizás por eso, la visibilidad que tuvieron los alcaldes en la primera semana (salvo la de Castro), fue constantemente disminuyendo con el correr de los días. En el debate público, volvimos a dar el espacio a parlamentarios y candidatos que parecen más preocupados de la nueva constitución que de comprender la experiencia acumulada de nuestros ciudadanos. Esto llegó a tal punto, que algunos actores incluso se atrevieron a proponer la postergación de la elección de intendentes y perpetuar el drama del centralismo. En otras palabras, perpetuar el drama de la indolencia y la lejanía.
La invitación es, entonces, a combatir esa indolencia. A conocer y palpar nuestros barrios y pasajes. A descentralizar. A encontrarnos. Quizás concluyamos que fue inoficioso el tiempo dedicado a tanta acusación constitucional (mientras las micros siguen en igual estado). Quizás concluyamos, incluso, que es algo irresponsable seguir con la lógica de los debates atrincherados de matinal (mientras los hospitales siguen sin insumos). Quizás, quien sabe, nos sorprendamos al constatar que las necesidades de nuestros vecinos no eran las que decíamos representar.
*Publicada en El Mercurio de Valparaíso el domingo 16 de febrero de 2020.