Opinión
Mujeres, gobiernos locales y descentralización
Por Natividad Manqui
Hace 4 años, cuando me involucré por primera vez en política, nunca pensé llegar a convertirme en la primera mujer concejala mapuche en la historia democrática de la comuna de Valdivia. Ya que desde siempre había escuchado “las mujeres no sirven para la política, y menos para estar en espacios de representación”, “no tienen las mismas capacidades que los hombres”, “son muy complicadas”. Pero, en realidad, lo complicado de que las mujeres estén en espacios públicos no es su falta de capacidades, sino que todavía no hemos podido generar espacios seguros en los que podamos desarrollarnos de manera plena, y con las mismas garantías que los hombres.
Sumado a eso, a la hora de salir electas, surgen cuestionamientos como “¿si queda embarazada y deja ‘botada la pega’?”. Lo cierto es que cuando somos madres, y nos toca cumplir ese rol social de cuidados, debemos hacer mil malabares para conseguir permisos, licencias médicas o vacaciones, para poder darnos el “lujo” de quedarnos en casa y cuidar a nuestros niños y niñas. Y es que las mujeres no dejamos de cumplir un rol por asumir otras funciones, sino que, por el contrario, lo incorporamos a nuestro diario vivir, sin contar que además se nos evalúa constantemente por todos y cada uno de los roles que cumplimos. Por esto escuché muchas veces: “No se la va a poder”, o preguntas como “¿seguro que quieres asumir esa responsabilidad?”, o “¿cómo lo vas a hacer con los niños?”, y otras tantas interrogantes que nos ponen en tela de juicio y tratan de insegurizarnos.
Ser mujer indígena, contar con una visión más amplia que caracteriza a nuestro género, y formar parte de la gobernanza municipal, me ha permitido identificar que existen las mismas problemáticas, pero con distintos énfasis en los diferentes lugares de la comuna. Problemas que, hemos aprendido, se solucionan con mayor participación ciudadana y más democracia, escuchando a todas las personas involucradas, poniendo por delante el bien común a la hora de tomar decisiones que afecten a la comunidad. Generando, así, una gobernanza inclusiva pero ordenada porque, aunque durante mucho tiempo se consideró que lo único que faltaba para hacer cambios era “buena voluntad”, en el camino nos dimos cuenta de que estábamos coartados con tantos procedimientos y normas que nos decían cómo era la mejor forma de hacer nuestro trabajo.
Aunque el 4 de septiembre pasado pensábamos y soñábamos con una nueva Constitución que abriera caminos de mayor fluidez y descentralización para las labores propias de la administración municipal, una pequeña posibilidad de soñar con regiones y comunas con más justicia y equidad territorial, con más recursos propios para no tener que estar postulando a fondos para entregar garantías de desarrollo e inversión, lamentablemente nos encontramos con que la mayoría decidió lo contrario.
Qué importante y necesario se vuelve entonces decidir desde los territorios. Cuántas veces nos hemos encontrado con que los proyectos de infraestructura pública se hacen de manera estandarizada, desde el famoso Gobierno Central, no considerando los datos relevantes de las regiones y comunas, como factores climáticos, ambientales y de uso territorial. Cuántas veces, a lo largo de nuestra historia democrática, se han impuesto diseños que atentan contra el entorno natural por la necesidad de dar “igualdad”, sin ningún sentido de pertenencia territorial ni cultural, justificando todo tipo de atropellos y destrucción bajo el eslogan del desarrollo.
Durante mucho tiempo, las decisiones fueron tomadas desde un salón en el centro de la ciudad, en la capital, suponiendo que desde ahí iban a emanar las respuestas que dieran soluciones a las necesidades de los habitantes de todo el país, pero se les olvidó que solo escuchando se puede responder y que trabajando juntos podemos encontrar soluciones colectivas. Durante mucho tiempo pensamos que no estaríamos en estos espacios de representación, es por eso que sabemos que, si no fuese por el hecho de que la ciudadanía nos eligió para hacer la diferencia, no estaríamos aquí.
Si cada una de nosotras pudiera dimensionar el impacto que genera nuestro ejemplo en la vida de otras mujeres, lo que significa atreverse a cambiar el entorno, atreverse a tomar responsabilidades, a visibilizar temas y problemáticas, quizás habría muchas más mujeres atreviéndose a ganar ganando estos espacios.
Ojalá nos acostumbremos a sacar la voz para exigir nuestros derechos, y quienes ocupamos estos espacios de elección popular, seamos capaces de velar por quienes confiaron que podíamos hacer algo más que el asistencialismo de siempre, más allá del foco en la reelección, sino que pensando que lo que hagamos hoy, será un cimiento más para construir un futuro más justo, igualitario y con más oportunidades de las que tuvimos nosotras y todas las que nos precedieron.